"La mesa con los objetos de sujeción. Las cadenas empotradas en la pared. Las máscaras, las mordazas, los látigos, los bastones y las cadenas. El tocador lleno de pesas para pezones y pinzas de acero y herramientas de acero inoxidable. Todo para las hembras. Se sacó la chaqueta de cuero y la tiró sobre la cama, luego se deshizo de la camisa. Siempre conservaba los pantalones de cuero durante las sesiones. Las sumisas nunca lo veían completamente desnudo. Nadie lo hacía salvo sus hermanos durante las ceremonias en la Tumba, y eso era solo porque los rituales lo exigían. Como se veía su parte inferior no era asunto de nadie más. "
"Había algo colgando de la pared…algo que parecían… ¿cadenas? Más velas llamearon. Máscaras. Látigos. Varas. Mordazas. Una mesa negra con ataduras que colgaban hasta el suelo. Se rodeó con los brazos, helada. Así que es aquí donde haces eso de atar. Sí.
Se quitó la camisa, los músculos de la espalda flexionándose sobre la columna, los pectorales sobresalieron por completo, luego se relajaron. Se quitó las botas de una patada. Santa… mierda, pensó, cuando se dio cuenta de qué iba todo esto. Los calcetines y pantalones de cuero fueron después, y, como no llevaba ropa interior, no había calzoncillos que quitar. En total silencio, V caminó descalzo por el lustroso suelo de mármol y se subió a la mesa con un coordinado y repentino movimiento. Extendido, era realmente magnífico, su cuerpo cargado de músculos, los movimientos elegantes y masculinos. Aspiró profundamente, su caja torácica elevándose y bajando. Ligeros temblores recorrían su piel… ¿o tal vez era la luz de las velas? V tragó con fuerza. No, era miedo lo que estaba haciendo que se moviera nerviosamente. —Coge una máscara para mí —dijo en voz baja. —V…no. —Una máscara y una mordaza de bola. —Giró la cabeza hacia ella—. Hazlo. Luego ponme las esposas. —Cuando no se movió, hizo un gesto con la cabeza hacia lo que colgaba de la pared—. Por favor. —¿Por qué? —preguntó, viendo el sudor que empezaba a recorrer su cuerpo. V cerró los ojos, y sus labios apenas se movieron.
Bajó la vista por su cuerpo desnudo para ver como una cinta de cuero de diez centímetros rodeaba su tobillo. Al ver las manos pálidas de Jane ocupadas en sujetarlo, su polla saltó formando una erección. La cara de Jane era toda concentración mientras pasaba el extremo de una lengüeta de cuero a través de la hebilla y tiraba hacia la izquierda. —¿Está bien? —Más apretado. Sin levantar la vista, le dio un sólido tirón. Cuando la correa le mordió la piel, la cabeza de V cayó hacia atrás sobre la madera y este gimió. —¿Demasiado apretada? —No…‖—V tembló por completo cuando sujetó su otra pierna, a la vez aterrorizado y realmente excitado. Los sentimientos se intensificaron cuando Jane hizo lo mismo con una muñeca, luego con la otra. —Ahora la mordaza y la máscara. —Su voz era ronca porque su sangre corría caliente y fría, y su garganta estaba tan apretada como las ataduras. Lo miró. —¿Estás seguro? —Sí. Una de las máscaras es del tipo que simplemente cubre los ojos, y eso me ira bien. Cuando volvió, tenía una bola roja de goma con un dogal para la cabeza y la máscara en las manos. —La mordaza primero —dijo V, abriendo mucho la boca. Los ojos de ella se cerraron por un momento, y se preguntó si se detendría, pero entonces Jane se inclinó hacia delante. La bola sabía a látex, un bocado picante y amargo en su lengua. Cuando V levantó la cabeza para que pudiera atársela, su respiración salió silbando por la nariz. Jane negó con la cabeza.
—¿Qué…?‖—Santa mierda—. ¿Qué es exactamente lo que quieres que haga?Cuando V terminó de decírselo, se giró y se puso a mirar fijamente el techo. La luz de las velas jugaba en su amplia y negra extensión, haciendo que pareciera un estanque de aceite. Mientras esperaba por la respuesta de Jane, fue golpeado por el vértigo, sintiéndose como si la habitación se hubiera dado la vuelta sola y él estuviera colgado por encima del techo, a punto de ser lanzado a él y tragado por el mejor Quaker State42. Jane no decía una palabra. Jesús…‖Nada‖como‖ofrecerse‖uno‖mismo en estado vulnerable y que te rechazaran. Por otra parte, tal vez a ella no le gustaba el sushi de vampiro. Cuando le apoyó la mano en el pie, dio un salto. Y entonces escuchó el sonido de metal contra metal de una hebilla siendo levantada. Bajó la vista por su cuerpo desnudo para ver como una cinta de cuero de diez centímetros rodeaba su tobillo. Al ver las manos pálidas de Jane ocupadas en sujetarlo, su polla saltó formando una erección. La cara de Jane era toda concentración mientras pasaba el extremo de una lengüeta de cuero a través de la hebilla y tiraba hacia la izquierda. —¿Está bien? —Más apretado. Sin levantar la vista, le dio un sólido tirón. Cuando la correa le mordió la piel, la cabeza de V cayó hacia atrás sobre la madera y este gimió. —¿Demasiado apretada? —No…‖—V tembló por completo cuando sujetó su otra pierna, a la vez aterrorizado y realmente excitado. Los sentimientos se intensificaron cuando Jane hizo lo mismo con una muñeca, luego con la otra. —Ahora la mordaza y la máscara. —Su voz era ronca porque su sangre corría caliente y fría, y su garganta estaba tan apretada como las ataduras. Lo miró. —¿Estás seguro? —Sí. Una de las máscaras es del tipo que simplemente cubre los ojos, y eso me ira bien. Cuando volvió, tenía una bola roja de goma con un dogal para la cabeza y la máscara en las manos. —La mordaza primero —dijo V, abriendo mucho la boca. Los ojos de ella se cerraron por un momento, y se preguntó si se detendría, pero entonces Jane se inclinó hacia delante. La bola sabía a látex, un bocado picante y amargo en su lengua. Cuando V levantó la cabeza para que pudiera atársela, su respiración salió silbando por la nariz. Jane negó con la cabeza.42 Empresa americana fabricante de aceites para el automóvil.—No puedo ponerte la máscara. Necesito verte los ojos. No puedo…Sí, no haré esto sin contacto visual. ¿De acuerdo? Probablemente era una buena idea. La mordaza estaba haciendo lo que debía, haciéndolo sentirse asfixiado… y las ataduras estaban haciendo lo que debían, haciéndolo sentirse atrapado. Si no pudiera ver y saber que era ella, probablemente se volvería jodidamente loco. Cuando asintió con la cabeza, dejó caer la máscara al suelo y se quitó el abrigo. Luego se inclinó y cogió una de las velas negras. A V le ardieron los pulmones cuando se acercó a él. Jane aspiró profundamente. —¿Estás seguro? Volvió a asentir, aunque sus muslos temblaban y sus ojos se salían de las órbitas. Con temor y excitación, V vio cómo extendía el brazo sobre su pecho… e inclinaba la vela. Cera negra se derramó sobre su pezón, y V apretó los dientes en la mordaza de bola, tensándose contra lo que lo sujetaba a la mesa hasta que el cuero crujió. Su polla saltó contra su vientre, y tuvo que contener un orgasmo. Jane hizo exactamente lo que le había dicho que quería, bajando cada vez más por su torso, después saltándose sus partes privadas para empezar en las rodillas y seguir subiendo. El dolor tenía un efecto acumulativo, primero no más que picaduras de abeja, más tarde volviéndose intensas. El sudor bajó por sus sienes y costillas, y V jadeó por la nariz, hasta que todo su cuerpo estuvo arqueándose sobre la mesa. Se corrió por primera vez cuando Jane apartó la vela, cogió una vara… y tocó la cabeza de su erección con la punta. Rugió contra la mordaza y eyaculó sobre la endurecida cera negra de su estómago. Jane se congeló, como si la reacción la hubiera sorprendido. Después pasó la vara por el lío que V había hecho, bañando su pecho con lo que había salido de él. La esencia de emparejamiento inundó el ático, al igual que lo hicieron sus gruñidos de sumisión mientras le acariciaba el torso arriba y abajo, y luego las caderas. Se corrió una segunda vez cuando deslizó la vara entre sus piernas y acarició la parte interior de sus muslos con ella. Miedo, sexo y amor llenaron la piel de V desde el interior, convirtiéndose en los músculos y huesos que lo componían; no era nada más que emoción y necesidad, y ella lo conducía todo. Y entonces Jane bajó la vara sobre sus muslos con un tirón del brazo. Jane no podía creer que se estuviera poniendo caliente, teniendo en cuenta lo que estaba haciendo. Pero con V estirado y sujeto y teniendo orgasmos para ella, era difícil no saltar sobre él.Usó la vara ligeramente sobre él, sin duda menos de lo que V quería, pero con la suficiente fuerza como para dejar marcas en sus muslos, vientre y pecho. No podía creer que le gustara de esa manera, considerando lo que había soportado, pero de hecho a V le encantaba. Tenía los ojos centrados en ella, y destellaban brillantes como bombillas, proyectando sombrasblancas sobre la luz mantecosa de las velas. Cuando se corrió otra vez, el aroma de especias que asociaba con él volvió a elevarse. Dios, la avergonzaba y fascinaba a la vez querer irse lejos con lo que tenía disponible… el estar mirando la caja de clips metálicos y los látigos en las paredes ya no como aberraciones, sino como representantes de una gran cantidad de posibilidades eróticas. No era que quisiera hacer daño a V. Simplemente quería que sintiera tan intensamente como ahora. Se trataba de llevarlo a su límite sexual. Finalmente estuvo tan excitada que se quitó los pantalones y la ropa interior. —Te voy a follar —le dijo. V gimió desesperadamente, sus caderas girando y empujando hacia arriba. Su erección todavía estaba dura como una roca, a pesar de las veces que había eyaculado, y pulsaba como si fuera a repetir otra vez. Cuando Jane se subió sobre la mesa y abrió las piernas sobre su pelvis, V respiró por la nariz con tanta fuerza que ella se alarmó. Viendo que las ventanas de su nariz aspiraban dentro y fuera, Jane se inclinó para sacarle la mordaza, pero él apartó la cabeza de un tirón y la sacudió, negando. —¿Estás seguro? —preguntó Jane. Cuando asintió ferozmente, descendió sobre sus caderas cubiertas de semen y se colocó sobre la dura punta de su erección, su centro abriéndose sobre él, agarrándolo. V puso los ojos en blanco y sus párpados se agitaron como si fuera a perder el conocimiento, mientras se mecía contra ella lo más que podía. Mientras Jane cabalgaba hacia delante y atrás sobre él, se quitó la camiseta y puso las copas del sujetador a los lados, de manera que la modelaban hacia arriba y hacia fuera. Hubo un poderoso crujido cuando V se tensó contra las ataduras. Si estuviera libre, estaba bastante segura de que la tendría tumbada de espaldas en un momento. —Mírame tomándote —dijo Jane, pasándose una mano por el cuello. Cuando sus dedos se acercaron al remanente de la marca de la mordedura, los labios de V se salieron de la mordaza de bola y sus colmillos se alargaron, clavándose en el látex rojo mientras rugía. Continuó tocándose donde la había mordido mientras se elevaba de rodillas y se colocaba sobre su erección. Se sentó sobre él con fuerza, y V tuvo un orgasmo en cuanto entró en ella, golpeándola profundamente, inundándola. Después, todavía seguía totalmente erecto, incluso cuando dejó de estremecerse. Jane nunca se había sentido más sexual en toda su vida como cuando empezó a frotarse contra él. Le encantaba que V estuviera manchado con la cera y el resultado de sus orgasmos, que su piel brillara de sudor y de un brillante rojo en algunos lugares, y que hubiera un lío para después limpiar. Ella le había hecho todo eso, y V la adoraba por lo que había sucedido. Esa era la razón por la que eso se sentía correcto. Cuando su propia liberación llegó a gran velocidad, Jane miró los ojos enormes y salvajes de V. Deseó no tener que abandonarlo jamás. "Oh, Jesús… no quería ese tipo de adiós. Intentando mantenerse calmada, dijo: Sabes, tiene sentido, dado lo que te pasó. Que te guste esto. Mierda, no podía manejarlo. Así que… ¿son hombres o mujeres? ¿O, digamos, una combinación? Escuchó el crujido del cuero y se giró hacia él. Se estaba quitando la chaqueta, y después un conjunto de armas que no había visto. Seguidas de dos cuchillos negros que también habían estado ocultos. Cristo, había estado totalmente armado. Jane se abrazó con más fuerza. Quería estar con él, pero no atada y cubierta con una máscara, mientras él ponía un Nueve Semanas y Media en su cabeza y le sacaba mierda del cuerpo a latigazos. Escucha, V, no creo…
AMANTE LIBERADO, J.R. Ward Saga Hermandad de la Daga Negra